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13 de noviembre de 2008

Opinion; Ernesto Capuano un Guatemalteco Integro y Ejemplar




Yulia Ventura


Quetzaltenango, Guatemala.-Ernesto Capuano del Vecchio nació el 20 de noviembre de 1914, en la ciudad de Quetzaltenango, en el seno de una familia acomodada dedicada a la agricultura. Cursó estudios primarios en esta ciudad, en donde fue compañero de escuela del futuro coronel Jacobo Arbenz Guzmán, quien sería miembro de la Junta Revolucionaria y el segundo presidente del régimen democrático surgido a partir de la Revolución del 20 de Octubre de 1944.



Siendo apenas adolescente empezó a vincularse con las ideas socialistas. A los 14 años ya era lector atento de El Capital y mantenía relación con Jacobo Sánchez y Humberto Molina, intelectuales de ideas marxistas. También se relacionó con los organizadores del Partido Comunista de Centroamérica, sección Guatemala, después Partido Comunista de Guatemala, el primero de su tipo en el país.



Aquel partido tuvo una vida de aproximadamente 10 años, que concluyeron con las redadas y fusilamientos de 1932, que organizó el dictador Jorge Ubico. Entonces fueron asesinados Juan Pablo Wainright y posteriormente Bernardo Gaitán, al tiempo que eran encarcelados durante más de 12 años Antonio Obando Sánchez, Juan Luis Chihuichón, Luis Villagrán y otros más.



Para aquel entonces Ernesto Capuano se encontraba terminando el bachillerato y poco tiempo después ingresaría a la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, donde concluyó sus estudios, pero no llegó a graduarse debido a la persecución ubiquista.



En 1938, viajó a la Ciudad de México para participar en el Congreso Mundial Antifascista pero ya no pudo regresar a su patria, impedido por la dictadura. Desde aquel momento, estableció una relación amistosa que duraría toda la vida con el dirigente sindical y socialista Vicente Lombardo Toledano, fundador de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y del Partido Popular, después Partido Popular Socialista (PPS).



La dirección del PPS siempre le tuvo gran estimación y respeto a su valía intelectual y moral. Le tocó vivir la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938, y la profundización de la reforma agraria, ambos pilares de la Revolución Mexicana. Concluyó sus estudios de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo que le permitió ganarse la vida como litigante y dedicarse a la empresa de toda su vida: apoyar y participar en el cambio social.



Cuando el dictador Ubico fue derrocado en 1944, al igual que otros exiliados como Luis Cardoza y Aragón, Alfonso Solórzano, Juan José Arévalo, Miguel García Granados y Clemente Marroquín Rojas, Ernesto Capuano regresó a Guatemala y se integró en una efímera organización socialista llamada Vanguardia Nacional.



A fines de los años cuarenta conoció a la que después sería su esposa, Carmen García Zepeda, conocida cariñosamente como Carmelita por sus amigos, originaria de Coahuila, con quien se casó en 1951 y lo acompañó a vivir a Guatemala.



Durante el período de la revolucion de octubre, fue militante y Secretario de Asuntos Agrarios del Partido de Acción Revolucionaria (PAR) y después del Partido de la Revolución Guatemalteca (PRG) y contribuyó al avance del proyecto revolucionario participando en diversas iniciativas. Entre ellas, difundiendo los planteamientos de la economía política, que son esenciales para interpretar la realidad económico-social con base en el materialismo dialéctico.



Contribuyó a la concepción de lo que después sería el Decreto 900: Ley de la Reforma Agraria. Además, fue Jefe del Departamento Agrario Nacional (DAN) y al momento de ser derrocado Arbenz, era Director del Banco Agrario.



Luego de la intervención Estadounidense y el triunfo de la Contrarrevolución en 1954, obtuvo asilo diplomático en México, país donde vivió desde entonces trabajando como abogado para ganarse el sustento diario y, sobre todo, participando de diversas maneras a favor de la izquierda y la revolución en América Latina.



Fue exiliado defensor de exiliados del continente. En México comenzaría otra etapa en su vida de abogado y revolucionario. Se convirtió en gestor solidario ante la Secretaría de Gobernación de los asuntos de todos los exiliados guatemaltecos y posteriormente de los asilados y emigrados de Centro América y de toda América Latina y el Caribe. Se calculan en varios miles los casos que resolvió ante dicha Secretaría y por los cuales nunca cobró un solo centavo.



Ernesto Capuano fue apoderado para distintos aspectos jurídicos del también exiliado Jacobo Arbenz Guzman, ex presidente guatemalteco durante el período de la Revolución de Octubre Carmelita también fue solidaria en las gestiones hechas a favor de los asilados, al tiempo que la residencia familiar en Bucareli, una de las avenidas importantes de la Ciudad de México, un departamento construido allá por los años de 1905, le servía para desarrollar su inmensa y meritoria labor altruista. A la muerte de Carmelita, en 1996, su ahijada, doña Irma Checa, que vivía con ellos desde 1992, siguió en la casa apoyándolo y asumiendo su cuidado, pese a que conforme avanzó su edad aumentaban las exigencias y las atenciones por él requeridas.



Desde muy pronto, la alta política mexicana aquilató la generosidad de Ernesto Capuano. Así, entonces, el presidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) ordenó que se le diera toda la ayuda posible en sus gestiones a favor de los desterrados, sentando las bases para su fructífera labor durante varias décadas.



Para el segundo lustro de los años cincuenta, Capuano había ingresado al Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), siendo su tarea principal la ayuda solidaria realizada a favor de los exiliados guatemaltecos y de cualquier otro país. Su convicción ideológica se integró, así, con su enorme condición humana y lo marcó para siempre.



Con el nuevo ascenso del movimiento revolucionario en los años 80, elevó su participación en la lucha, mantuvo siempre una posición honesta y de respeto irrestricto a su ideario revolucionario.



Una de sus ideas centrales es que la izquierda guatemalteca en particular y la oposición en general deben unificarse y supeditar a ese objetivo cualquier sectarismo e interés personal o de grupo, pues estaba convencido, que esa unidad es esencial para el avance de las fuerzas opositoras a las dictaduras que hemos sufrido a lo largo de nuestra historia y los regímenes antidemocráticos que sacrifican el futuro del país y de su pueblo enarbolando la bandera del neoliberalismo y la globalización que encabezan las empresas transnacionales.



Capuano fue siempre un hombre íntegro y coherente con sus principios e ideales. Por eso, no fueron pocas las veces que el poder lo buscó para congraciarse con él y lucir tal acercamiento como un trofeo inestimable. En 2001, el gobierno de Alfonso Portillo, a través de su embajada en México le ofreció la Orden del Quetzal, pero, Ernesto Capuano la rechazó por un mínimo de congruencia consigo mismo, pese a que incluía un estipendio mensual nada despreciable para quien no tiene ingresos fijos y se encontraba ya en el ocaso de su vida.



Igual rechazó la posibilidad de que como un reconocimiento a su enorme labor gratuita, se le gestionara ante el Gobierno de Guatemala una pensión vitalicia. En ambos casos expresó que pensando cómo pensaba, mal podría aceptar la ayuda de un gobierno neoliberal poco o nada preocupado por el futuro del pueblo de Guatemala.



Capuano caminó en su vida haciendo todo lo que pudo por los demás, sin esperar nunca nada a cambio. Acaso por ello no hubo amargura alguna en su corazón, pese a que las decenas de personas que antes lo buscaban para un trámite o para que les resolviera un problema legal ya no lo visitaban o regresaron a sus países



Así las cosas, Ernesto Capuano del Vecchio vivió en México con una gran modestia y una gran dignidad, si bien su mente y su corazón no se separaron nunca de su querida Guatemala.



En el XXIII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), celebrado en la Antigua Guatemala en noviembre de 2001, la Universidad de San Carlos y los congresistas le rindieron un homenaje que Capuano agradeció infinitamente y que guardó en su memoria como uno de los tesoros más apreciados. En ese entonces, se llegó a pensar que la Universidad de San Carlos, podría darle alguna ayuda para que escribiera análisis históricos, lo cual no fue posible.



Una caída sufrida el 23 de abril del 2008 lo dejó postrado, con grandes dolores, sufrimiento que su anciano cuerpo a la postre no pudo resistir. Falleció en la ciudad de México 6 de mayo del 2008.



Ernesto Capuano murió como vivió, sencillo, modesto y pobre, congruente y vertical hasta el fin de su vida.



Al igual como ha ocurrido con otros guatemaltecos, la muerte de Ernesto Capuano fuera de su patria, es una muestra más, de que la verdad y la justicia aun están ausentes de Guatemala.



El Centro Universitario de Occidente de la Universidad de San Carlos, contribuye modestamente a reconocer el alto valor de Ernesto Capuano, quezalteco progresista que con el ejemplo de su vida, deja muchas enseñanzas a los universitarios del Occidente de Guatemala e invita a las nuevas generaciones de universitarios y a la población en general a conocer su historia y la de muchos quetzaltecos y occidentales que aportaron su esfuerzo y su ejemplo para una mejor Guatemala, a lo largo del siglo veinte.



Los Universitarios debemos reivindicar el acto humano y justo de repatriar sus restos, en lo que ahora participamos junto con la delegación de guatemaltecos residentes en México que apoyaron hasta el final a Capuano.



Y demandar que en el futuro de nuestro país no ocurran mas períodos obscuros represivos, como el que dejó miles de expulsados, innumerables desaparecidos, miles de asesinatos extrajudiciales de estudiantes, profesores, profesionales, obreros, campesinos, mujeres, hombres y niños cuyo delito fue soñar y trabajar por una Guatemala diferente.

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Villaflores......Tan rial

Villaflores......Tan rial
Mejor que nunca.........